La entrada de hoy me gustaría dedicarla a dos personajes que a su modo y en su medio fueron parte de una época que quedará para la posteridad en sus respectivos países, y que un 23 de marzo dejaron de existir físicamente. El primero Luis Donaldo Colosio Murrieta, priista, candidato a la presidencia de la República en 1994, cuyo asesinato hace 17 años caracterizó una de las etapas más críticas en la vida política, económica y social del país. Su muerte para muchos se compara a la de Álvaro Obregón; para muchos otros es el ejemplo más claro de lo que era capaz de hacer el gobierno autoritario en turno; y muchos al hablar de este caso se remiten a las teorías de la conspiración.
Sin embargo más allá de las investigaciones, entrevistas, testimonios, videos, artículos, etc., desde mi punto de vista la muerte de Colosio significa un: y si hubiera… Sé que en este país las promesas de los políticos se quedan en el tintero y que como siempre a las palabras se las lleva el viento, pero para mí la figura de Colosio (teniendo presente que yo era aún muy pequeña como para recordar ese hecho) significa algo más que un simple político con carisma. Ciertamente movilizó a la cúpula priista y a muchos otros sectores que resintieron ese “frenón” en el posible “reacomodo” de las fuerzas en este país.
Colosio también es la cereza en el pastel de 1994 (y eso que apenas iniciaba) ya que se avecinaba la crisis económica, y para no comenzar mal el año, en Chiapas aparecía un hombre con pasamontañas que representaba al Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, así es, los olvidados indígenas se levantaban en armas; el EPR secuestraba empresarios y Salinas se despedía de su controversial y flamante sexenio. Nada es casualidad en esta vida, y en la grilla (perdón, vida) política de este país menos. Sea como sea, ya nada cambia las cosas, y desde luego la verdad absoluta no la sabemos, y puede que nunca lo hagamos. Así que un año más no hay más que un simple recuerdo, los discursos abundan, pero los verdaderos culpables siguen libres. Como hace 17 años este hecho va acompañado de aquella canción que dice algo así como: “ay la culebra…”
La segunda persona es Elizabeth Taylor, la mujer de los ojos violeta, sin duda marcó al cine taquillero, ese cine de Hollywood, que sin actrices como ella no sería el monstruo de industria que es hoy. Con esa vida llena de dualidades, Taylor cautivó a todo tipo de público; sólo ella pudo inmortalizar a Cleopatra y sólo ella pudo tener al marido que quiso. Mujeres como ella pocas; sinceramente no soy fan de la vida de Hollywood ni de sus chismes, pero esta mujer simplemente me parece una auténtica diva de la época dorada del cine. No cualquiera gana ocho premios de la academia y pasa a ser simplemente Elizabeth Taylor.
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